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Elsa RBrondo
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lunes, 20 de junio de 2005

La intolerancia es una enfermedad

Ya es más de mediodía y tendría que haber terminado de escribir un curso sobre género y política que he de presentar el miércoles. He hecho mis deberes, pero resulta un poco abrumador todo lo que se puede decir del tema. Sin ir más lejos, esta mañana, un psicólogo español decía, a propósito de los matrimonios homosexuales, que la homosexualidad es una patología. Esta interpretación está tan cargada de asuntos ideológicos... ¿Quién puede estar detrás de semejante afirmación? Pienso en la iglesia católica, en la derecha ultraconservadora y en un modo de ver el mundo que resulta peligroso. La intolerancia es patológica, si orilla a vivir a un sector de la sociedad al margen de sus derechos, si considera enfermedad a una conducta que era no sólo común sino apreciada en la antigua Grecia.

Si uno sigue con cierto detenimiento la historia de la construcción cultural de lo que "deben ser" hombres y mujeres, observará con cierta tristeza que venimos arrastrando un imaginario de género desde la Edad Media. En nuestros días hay una tensión entre ese imaginario y las nuevas maneras en que se quiere ver a los hombres y las mujeres. Esa tensión es visible en el rechazo a los matrimonios homosexuales, pero también en la cotidiana violencia doméstica y en el asesinato de mujeres (feminicidio).

Recuerdo una pieza teatral del mexicano Hugo Hiriart llamada Intimidad. Es la relación íntima en cuatro parejas. La primera: una hombre y una mujer maduros; la segunda: una mujer y un hombre jóvenes; la tercera: un hombre maduro y un joven y la cuarta, una mujer joven y una madura. En las cuatro parejas el diálogo se reproducía más o menos igual. Una parte masculina y una parte femenina, culturalmente hablando, es decir, el fuerte y el débil; el dominante y el dominado; el manipulador y la víctima. No había mayor diferencia entre unos y otros, ni en edad, ni en género, ni en preferencias sexuales. Creo que es un reto para nuestras culturas el construir otros imaginarios sin la sombra de la intolerancia.

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